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Materiales 2da. clase. Medios de comunicación y justicia penal. Texto de Esteban Usabiaga

 
 
Extracto de “Derecho y Práctica Penal Juvenil. Una Mirada Transdisciplinaria sobre la Peligrosidad y las Funciones Sociales del Castigo" (inédito).
 
……………..
IX. El Discurso Social Hegemonico.-
 
Ha sido objeto de verificación que cada sociedad, cada estamento cultural, produce ciertas formas de percepción y descripción de los “tipos sociales”; entre ellos “el delincuente”, “el loco”, “el mujeriego”, “la mujer fácil”, “el vivo”, “el lunfardo”, “el padre de familia”, etc. Estas cogniciones, como tantas otras, atraviesan los discursos de la época y el lugar en sus producciones científicas, literarias, en los relatos periodísticos y las estrategias publicitarias, en el lugar común de la charla en el café, en el mercado o en la cancha de fútbol. En dichos discursos se pueden advertir las constantes, las referencias que explícitas o implícitas marcan un piso conceptual, una cierta estructura de comprensión y valoración y su reflejo en los usos lingüísticos. En esta estructura aparece, en lo que nos interesa, como noción dominante la idea de lo peligroso, del peligroso como extraño y de la legitimidad de su disposición y apartamiento.
Marc Angenot (Angenot; 2010) ha teorizado sobre el discurso social (los discursos como hechos sociales), en términos de lo que llama los límites históricos de lo pensable y lo decible en un aquí y ahora determinados (hegemonía)…
Siguiendo algunas de sus premisas vamos a intentar decodificar algunos mecanismos… (teniendo en cuenta que) …La potencia jerárquica de ciertos medios masivos, sobre todo televisivos y radiales, es hoy un factor de enorme incidencia en la conformación de las visiones y estados de ánimo de grandes sectores de la población…
…Dice el autor que “...podemos llamar ´discurso social´ ...a los sistemas genéricos, los repertorios tópicos, las reglas de encadenamiento de enunciados que, en una sociedad dada, organizan lo decible –lo narrable y opinable- y aseguran la división del trabajo discursivo (...) hablar de discurso social... es ver, en aquello que se escribe y se dice en una sociedad, hechos que ´funcionan independientemente´ de los usos que cada individuo les atribuye, que existen ´fuera de las consciencias individuales´ y que tienen una ´potencia´en virtud de la cual se imponen”.
Angenot intenta describir lo que llama “hegemonía”, “...entendida como un conjunto complejo de reglas prescriptivas de diversificación de lo decible y de cohesión, de coalescencia, de integración”. …observa que los discursos no son entes estancos, que la “intertextualidad” significa la circulación y transformación de ideologemas, que son “pequeñas unidades significantes dotadas de aceptabilidad difusa en una doxa dada”. (2010; 25).
…El discurso social, dice Angenot, une ´ideas´ y ´formas de hablar “de manera que a menudo basta con abandonarse a una fraseología para dejarse absorber por la ideología que le es inmanente...Si cualquier enunciado comunica un ´mensaje´, la forma del enunciado es medio o realización parcial de ese mensaje...Los rasgos específicos de un enunciado son marcas de una condición de producción, de un efecto y de una función”. (2010; 27) Nos parece oportuno decir que esta visión se puede apreciar claramente en lo que llamamos el “lugar común”; es decir, aquellas afirmaciones y respuestas casi preacordadas respecto de ciertas situaciones: por ejemplo, la comida, las costumbres en vacaciones, las enfermedades, los fallecimientos, la percepción de la adolescencia, y también la cuestión de “la (in)seguridad” o los peligrosos.
Todo es de alguna forma ideología, recuerda Angenot: “...todo eso lleva la marca de maneras de conocer y de re-presentar lo conocido que no van de suyo, que no son necesarias ni universales, y que conllevan apuestas (enjeux) sociales, manifiestan intereses sociales y ocupan una posición (dominante o dominada...) en la economía de los discursos sociales” (2010; 28).
…Esta hegemonía discursiva es parte de una hegemonía cultural más amplia, que fija le legitimidad de los ´estilos de vida´; es “...el conjunto de los repertorios y reglas y la topología de los estatus que confieren a esas entidades discursivas posiciones de influencia y prestigio, y les procuran estilos, formas, microrrelatos y argumentos que contribuyen a su aceptabilidad (2010; 30).
…De este modo, se colige que las sociedades tienen a través de los discursos y de los diversos lugares o posiciones que sustentan un entramado de relaciones ...respecto de qué puede ser dicho y cómo puede hablarse de ciertos órdenes de cosas...
…Se trata de formas legitimadoras y que constituyen también herramientas del control social; se trata de qué se puede y quién puede decir, cuáles son los temas aceptables y cuál la manera de tratarlos, de como fundan las legitimidades en cuanto a valor social y prestigio. Pero ello no supone que exista univocidad…No es una ideología dominante estructurada y misma, sino el dominio en el juego de las ideologías…
Hay en esto una función de la hegemonía como norma pragmática, según el autor canadiense, la que establece quién es el enunciador legítimo, el que tiene el derecho de hablar sobre lo otro o los otros. Hay, asimismo, un destinatario legitimado, que puede valorar los enunciados en relación con los que no tienen derecho a la palabra. Hay,claro, quienes no son uno u otro de los legitimados:...hay un “sujeto-norma”, que en la investigación de Angenot era francés, masculino, adulto, culto y urbanizado y era quien lanzaba y administraba las temáticas dominantes. En nuestro hoy y aquí los rasgos de ese sujeto pueden ser variables....
…El discurso de la (in)seguridad y con éste el de la peligrosidad...parece ser común, dominante. …Este discurso hegemónico se ha construido en los últimos treinta años en forma global, persistente, consistente e intencionada, pero es parte de las tópicas permanentes y asentadas en la construcción histórica de las hegemonías discursivas.
…En este sentido, Angenot refiere las condiciones del “verosímil social”; es decir la existencia en él de los lugares (los “topoi” aristotélicos) que son irreductibles. Se trata de todos aquellos presupuestos argumentativos y narrativos a los que, por ejemplo, en un debate, ambos contendientes se refieren para sostener sus postulados, “constituyendo el orden de la veridicción consensual” (2010; 39). Lo específico de estas tópicas es que son núcleos “transhistóricos, cuasi universales”; son los enunciados básicos, las “máximas generales del verosímil”: el honor, el respeto, el amor maternal; y podemos agregar otros como la reverencia a los símbolos patrios, el mismo sacrificio patriótico, la lealtad al amigo, la honestidad en la función pública, etc.
…A todo esto Angenot llama la doxa (opinión, creencia, en griego): “La doxa es lo que cae de maduro, la que sólo se predica a los conversos (pero a conversos ignorantes de los fundamentos de su creencia)...Doxa denotaría entonces el orden de lo implícto público, del trivium, del lenguaje de las tribunas”. …A esta doxa subyace, dice Angenot, una episteme, una gnoseología que importa la forma en que los discursos como actos cognitivos encuentran su manera de esquematizar el “mundo” sobre un soporte de lenguaje. A ello se lo ha llamado “estructuras mentales” o “pensamiento”. …
…Aquí cabe agregar otro concepto relevado por nuestro autor: el de las dos formas de lo intocable (sacer); es decir, los tabúes y los fetiches. Estas constelaciones engloban objetos temáticos que se muestran como claramente identificables. “La Patria, el Ejército, La Ciencia están del lado de los fetiches; el sexo, la locura, la perversión, del lado de los tabúes” (2010; 41). Sabemos sin necesidad de reflexionar demasiado que estas marcas de lo intocable gobiernan nuestra vida en buena medida y en aspectos esenciales.
…Como el loco, el peligroso está del lado de los tabúes, también. La lógica del tabú importa en buena medida la ausencia de la palabra. Del incesto con la madre resulta molesto, chocante e inconveniente hablar abiertamente. Es prohibición compartida y desvalorada pero no dialogada...El peligroso en la fraseología del lugar común no admite un análisis, una mirada profunda; al contrario, es parte de su condición de construcción que no se lo vivencie como semejante, que se lo mantenga en una “otredad” oscura, temida, no conocida. Respecto del peligroso todo es invectiva, denostación, referencia abstracta.…
…Esta pertenencia del tópico del loco/peligroso al verosímil social, a lo que se puede decir y pensar- se halla en en estos tiempos aunada a la hegemonía de la reacción punitiva y segregadora, a la legitimidad de lo vindicativo, de lo irracional, de la no aceptación de reponsabilidades sociales compartidas.... Este discurso desprecia la noción de piedad, de comunidad, del “hacerse cargo” de la situación del otro
...Sólo caben en ese discurso público, entonces, las palabras sabidas, las doxas repetidas, las que no traen diferencia ni conflicto ni procesamiento crítico: el loco es sólo el loco, el diferente es el loco, el pibe chorro es diferente, el loco-pibe chorro es peligroso.
Otra de las tópicas que entronca con la del loco/peligroso y opera dentro del mismo campo semántico o red discursiva,… Se trata del juez penal. En el imaginario social el juez posee el saber y el poder de la ley… Es él mismo la ley. En términos pscioanalíticos clásicos, es el padre (padre que, no por casualidad, en el mismo marco de su jura de fidelidad a un derecho liberal, suele sentarse, en homenaje e introyección de esa simbología, bajo la figura presidente del crucifijo)….hoy, diversamente, al menos en nuestro país, puede estar del lado de los fetiches (la patria, la ciencia, la madre abnegada) o de los tabúes (el loco, el delincuente, el funcionario corrupto, la infidelidad, etc.), según actúe en relación con el peligroso.
En la construcción discursiva hegemónica el peligroso –ya detectado por la palabra de los medios masivos; palabra incuestionada; juez primero- se encuentra “condenado” a priori.
...Es tan potente esta relación en función de la imagen simbólica que permite producir con éxito un desplazamiento en las competencias constitucionales y funciones sociales en torno de la creación y administración de normas.…Es el juez y no el legislador quien encarna el derecho, la ley, para ese imaginario social.

 
X. La técnica del miedo.-
 
…En este esquema, y en cuanto se evidencia en todos los indicadores directos e indirectos de que puede disponerse en el presente …el enemigo diseñado y creado como tal es el joven, masculino, marginal, excluído o incluso simplemente pobre, seleccionado por la criminalización secundaria.
Es sabido que los jóvenes menores de edad cometen apenas alrrededor del 1% de los homicidios registrados en la Argentina. La Argentina en el contexto americano, a su vez, es uno de los países con menor tasa de homicidios cada cien mil habitantes...
…La generación del miedo y la ansiedad a través de estos recursos es un artilugio que no nació aquí ni ahora; ni se verifica sólo aquí y ahora. La técnica que los especialistas1 han relevado como operación estructural de los medios en la incidencia sobre la cuestión criminal se basa en el fenómeno de la “agenda setting” (tematización de la agenda), primero teorizada por Maxwell McCombs a través del estudio de casos durante 35 años de investigación, y la técnica del “framing” (encuadre noticioso) –técnicas a través de las cuales, además, se constituyen en lo que denominamos, con Angenot, “sujeto-norma”-. De acuerdo con Walter Lippmann (“Public Opinion”; 1922), los medios constituyen con estos mecanismos un pseudo-entorno con gran impacto en la percepción que las personas tienen de la realidad. Para Lippmann la opinión pública no se establece de acuerdo con el entorno real, sino con ese pseudo-entorno. Con posterioridad a Lippmann, los diversos autores criminológicos han relevado en este orden una diferencia clara entre índices delictivos, estadística, realidad criminal y sensación de inseguridad. Lo han hecho con tanta seriedad que las propias Naciones Unidas han adoptado hace mucho ya las denominadas encuestas de victimización a fin de deslindar los fenómenos de la angustia social y la cifra real del delito.
Hay y hubo quienes no asignan semejante poder a los medios masivos. No obstante, por otros factores que se explican según ciertas teorías de la psicología social (cf. Bauman, Noelle-Neumann, entre otros), pareciera que en ciertos casos, la operatividad real de esa comunicación es efectiva.
…Podemos relevar, mediante una simple observación, que el sujeto-norma, a través de las técnicas mencionadas, configura por reiteración y basamento en un discurso plagado de “ideologemas” incuestionables, aquella mirada, aquella doxa, que no se puede refutar, además de estar construida en el “lugar común” de las tópicas hegemónicas, por esas dos razones que antes pusimos de resalto: porque es discurso unidireccional y jerárquico, y porque el contexto comunicativo es acotado, breve, emocional, articulado sobre el golpe de efecto. Aun si existiese una posibilidad de diálogo, de debate, los mecanismos más antiguos y básicos de la retórica como lucha a través de la argumentación resultan imposibles de desarticular sin un espacio y un tiempo más extensos. Ese espacio no está en los medios, no les pertenece ya por su misma naturaleza vertiginosa.
La criminología mundial ha dado cuenta profusamente de la fuerte incidencia de la prensa en la conformación del imaginario criminológico propio de lo que, con Anthony Bottoms, se ha denominado desde 1995 “populismo punitivo”.
En la mayoría de los enfoques realizados sobre la prensa y el delito, se suelen destacar ciertas características que la semiología y el análisis del discurso han puesto en evidencia hace ya décadas, pero la racionalidad material de las nuevas articulaciones entre empresa, medios, política y discurso criminológico demandan otras precisiones.
No llama la atención que no sea el homicidio de un familiar en una villa o la muerte por lesiones infligidas por un adolescente a otro en un baile del conurbano lo que suscita el mayor escándalo mediático, sino el homicidio en un robo de un ciudadano de clase media o media alta (a veces, el buen vecino humilde “pero”2 trabajador, también) de Buenos Aires u otros conglomerados urbanos importantes. Aquí opera el subtexto del discurso dominante como lugar privilegiado de un tipo social. Es bastante evidente que la reacción frente a los conflictos entre los pobres (donde suceden la mayoría de los homicidios por causas diversas del robo y también se hace más público que en otros sectores sociales lo relativo a los abusos sexuales) no ocupan en general el discurso de los medios con las modalidades de escándalo e histeria punitiva que suscita la violencia delictiva contra los más privilegiados...
Es que en esta puesta en escena, se juega el conflicto mítico de la lucha del bien contra el mal; de los héroes y los villanos, en una lógica maniquea en que el héroe o el salvador detenta el summum del valor universal. Se actúa la tragedia, el héroe es la víctima o quien la representa como deudo; es el conglomerado de vecinos y amigos que han hallado un cauce legítimo en que puden desfogar su verdadera angustia e incluso más, encuentran su minuto de fama en la televisión. Nada hay que encuadre el conflicto en su complejidad humana y social real. El victimario sufre la ceremonia de degradación (Garfinkel; 2006) que esto implica, sin participar realmente.
Esto apunta a un primer aspecto de la relación que analizamos: la captura de la clientela. La denuncia y toma de posición inmediata frente al hecho galvaniza los límites de lo decible y establece la tónica vindicativa: “monstruos”, “salvajes” que no merecen piedad, inadaptados que ponen en peligro a los ciudadanos honestos, pasicópatas desalmados, fríos criminales. Frente a ello, en cámara, la sangre caliente de la víctima y el testimonio de los familiares y vecinos...
No es necesario tampoco que se trate de un homicidio en ocasión de robo; puede tratarse de un joven que lanzó una bengala en un recital u otro que, alcoholizado, embistió a unos peatones. En este particular punto es notable cómo de unos años a esta parte, la aplicación judicial de la figura del dolo eventual –discutida como ninguna ya desde su recepción en la dogmática alemana del siglo XIX- y su entrada en la doxa mediática ha variado sustancialmente, al punto de convertirse en tema recurrente de los noteros y comentaristas de los noticieros.
En la noticia, el tratamiento de la realidad policial, jurídica y judicial que se halla en juego en cada caso, también es presentada en forma sesgada: los protagonistas son los abogados querellantes y, si no los hay, habrá un comisario o un fiscal con tendencia a la sobreactuación, según demande el asunto. Difícilmente los argumentos de las defensas aparezcan reflejados; no son parte del discurso que se desea legitimar; al contrario, es eventualmente parte del discurso del enemigo.
En la particular situación de delitos supuestamente cometidos por jóvenes, la normatividad vigente que restringe la prisión preventiva o bien el caso más extremo de los niños no punibles es, cuando se la trata, presentada implícitamente como elección arbitraria del juez insensible o, en el mejor de los escenarios, como una pesada molestia que habría que revisar.
Todo este andamiaje, que describimos muy sucintamente, impone una percepción, instaura una palabra posible y legítima; el enunciador mediático se hace “sujeto-norma”. Y detrás de él están las víctimas que, paradójicamente, han vuelto por esto mismo a ser expropiadas del conflicto, ya que su dolor es el hecho social que fundamenta no su derecho a algo, sino el derecho del sujeto-norma a establecer cómo debe ser la percepción de lo sucedido y cómo debe ser la respuesta social.
Así, el sujeto-norma capta sus clientes por partida doble: construye, legitima y perfila la sensibilidad social debida y, en la identificación de los espectadores con ella, fortalece su posición de representante de esa sensibilidad. Por otra parte, en función de ello, exige y condiciona a la política y a los políticos, y todo a su vez condiciona a los operadores del sistema judicial: especialmente a los jueces. Y es el sujeto-norma el que en definitiva muestra quiénes pueden ofrecer soluciones a la inseguridad; elige a los que pueden estar en la grilla de los elegibles: empresas, actividades lucrativas, representación electoral.
En efecto, al panorama del escándalo mediático se empiezan a sumar las voces de candidatos y referentes políticos que ya sea por convicción, por interés o por sentirse acorralados en un atolladero sin salida para su imagen pública y aspiraciones, comienzan a discurrir –como señalaba Zaffaroni- sobre las conocidas sanciones simbólicas que deberían legislarse (leyes penales con penas graves que no previenen el delito, no solucionan ningún conflicto, no le restauran nada a la víctima y si algo generan es más dolor o más delito al final del camino), la baja de la edad de punibilidad y otras apuestas de similar tenor, en muchos casos, sin la más mínima noción del pandemonium que en verdad están contribuyendo a desatar en la realidad de las relaciones sociopolíticas.
Este pandemonium se traduce inmediatamente en mayor selectividad y violencia de la tarea policial respecto de los eternos clientes del sistema penal; es decir, -para recordar a Elías Neuman- los pibes con pinta de chorros, los de “zapatillas con tiritas”, los que “portan cara”, que en el imaginario del prejuicio de clase (que -como ya dijimos- no es sólo propio de las clases altas y medias en el discurso hegemónico) son tremendamente parecidos a la mayoría de los chicos más humildes de las periferias argentinas.
El segundo efecto posible en el pandemonium....es que efectivamente los legisladores sancionen leyes con penas inhumanas y en conflicto con los pactos internacionales que la Argentina ha suscripto, o normas procesales que llevan al único resultado de más violencia, más crueldad, más injusticia y ninguna baja de la estadística delictual (por cierto, otra quimera que a veces ciertas agencias “manufacturan” con fines distintos a los que debería tener).
…Volvamos a las razones claramente observables para una gestión del miedo: las políticas y económicas.
El político conservador en EEUU, Inglaterra –y desde hace unos años también en el resto de la etnocéntrica Europa y en nuestra América-, político que es en no pocas ocasiones el delegado-representante de los intereses de grupos económicos, encuentra útil como estrategia de cooptación infundir el miedo a los ciudadanos3….
El miedo necesita de un enemigo, ya sea el “negro” que se quiere quedar con “nuestros” recursos vía redistribución del ingreso nacional en políticas de vivienda, salud, etc., o el inmigrante que también quiere usurpar “nuestra” renta y “nuestra” cultura o valores. En ambos casos, la reacción directa es vista como políticamente incorrecta por la comunidad mundial, pero la estigmatización como “delincuentes” es siempre mucho más aceptable, sobre todo porque esconde el conflicto de clase o sector y además es un enemigo de todos por igual. De esa manera, el miedo pide el voto de los buenos ciudadanos “en defensa propia”, y exacerba la diferencia, ahoga el funcionamiento social, reivindica los peores valores sectoriales y se pinta de decencia y salvación: “votenme a mí, que los voy a proteger del enemigo”.
…En este esquema se interrelacionan la política, la empresa y la prensa. La gran concentración de medios (multimedios) en pocas manos como nunca antes es un fenómeno relativamente globalizado, así como la competencia entre ellos. Hay en todos los países empresas periodísticas de información democrática y fidedigna, aun con naturales matices y sesgos ideológicos, y hay operadores político económicos disfrazados de empresa periodística4. Esta realidad no es exclusiva de nuestro país, obviamente.
…Pero hay una segunda razón, como dijimos, y es que muchas veces el negocio grande (el poder político global) se mezcla con el negocio chico (la venta de “seguridad”). Sin entrar en casos particulares, hay que recordar que no pocas veces los mismos empresarios de medios que alientan las políticas del miedo son a la vez titulares de intereses en importantes negocios en el área de la seguridad y el delito (vinculados en otros lugares –por ahora- a los sistemas penitenciarios privados, y aquí como allá a los grandes contratos con los estados respecto de tecnologías de vigilancia y control, seguridad bancaria, seguridad privada a empresas y countries, etc.).
Pero aun otros sin vinculación directa con la prensa mejoran sus beneficios5: aquí y en otros lados, cuando hay alarma sobre robos, suben las primas de los seguros, los abonos de las agencias privadas, etc. Tampoco es menor a esta altura de la espiral creciente de histeria la consideración del “rating” de la “noticia roja”, que arrima también mayores pautas publicitarias de los anunciantes; o de la necesidad de hacer la noticia costo-eficiente (la policial es noticia barata), en el marco de una competencia feroz entre medios que se rige –en los márgenes e incluso hacia dentro de los espacios monopolizados- por pautas puras y pragmáticas de mercado.
Conviene, antes de seguir, mantener presente que esto no es gratuito; del otro lado de la balanza no hay la nada: hay a veces la muerte, diversas formas de la tortura, el sufrimiento, la desigualdad, el autoritarismo, la arbitrariedad, ...independientemente de que no resuelve ningún conflicto ni previene ningún delito.
….Lo real es que una vez en funcionamiento el engranaje, el fenómeno termina operando de este modo: prensa con altos niveles de audiencia que refleja permanentemente hechos graves y leves, ciertos o presuntos (los graves se repiten muchas veces durante dos o tres días de modo de que parecen muchos hechos), comentaristas de toda laya sin título ni formación académica ni profesional seria que se erigen en empresarios morales y detentan la verdad ética, pontificando a diestra y siniestra contra políticos y jueces “garantistas” y reclamando la defensa de “la sociedad” (que, como ya insinuamos, no es ninguna víctima concreta pasada o futura).
Esto genera, despues de la horrible muerte de un ciudadano por un joven que intentaba robarlo un episodio de histeria punitiva antiadolescente, un estado de cosas que en lo agudo pasa con el correr de los días o meses, pero en lo crónico, deja el sedimento que se acopla a las capas anteriores; hay una convicción de un estado de inseguridad que se reproduce y hay un objeto del temor y el resentimiento: el menor de edad no punible y el joven en general. En lo agudo, en el pico de la espiral, no sólo el político en campaña (que podría todavía, sin suicidarse, ser más cauto), sino específicamente el funcionario con responsabilidad de gobierno, no tiene alternativa, tiene que salir a dar respuestas, a calmar los ánimos, a prometer algo, a mostrar un gesto definido y varonil de coraje y decisión...
…De esta manera se comprende que, en todo caso, la coincidencia del prejuicio peligrosista con la necesidad de dar respuestas hace que ya no se trate siquiera de una honesta aunque en exceso temerosa ponderación de riesgos de posibilidad de reiteración delictiva y por ende de aumento de la “inseguridad”, sino de una necesidad comunicativa por la que lo que se intenta preservar no es ya una concreta situación de defensa social o los intereses de los ciudadanos, sino la imagen del propio agente del poder y por ello de la imagen del poder punitivo mismo; del sistema en que se tiene la ilusión de vivir.
Pero se habla siempre de jueces, legisladores, gobierno…..¿Qué produce entonces todo este estado de opinión en quienes son los verdaderos aplicadores de la pena… es decir, la policía?
No se muestra cómo ni se explica por qué razón en las épocas en que sube la presión mediática al respecto, de pronto las estadísticas empiezan a incrementarse en cuanto a delitos cometidos por jóvenes.
…Dejando de lado la grave problemática de la corrupción y participación en el “gobierno del delito” que sectores importantes de las policías encarnan, el ministro pide respuestas, y la policía las produce, aun para agradar y mantener poder interno frente al poder político.…hay más casos de todo tipo que salen a la luz: la estadística refleja “esclarecimientos” (que son hechos que terminan en sobreseimientos mayoritariamente)
…Los fiscales, que ordenan y dirigen –en el mejor de los casos- a la policía en función judicial, no determinan en cambio las políticas de prevención….Pero la actividad de selección y persecusión inicial, en general, no les pertenece.
Lo sucedido entonces es profusamente informado y comentado por la prensa bajo la misma pulsión, lo que realimenta el ciclo.
 
 
Notas:
 
1 Cf., Varona Gómez, Daniel; “Medios de Comunicación y Punitivismo”; en Indret (1/2011).
 
2 Viene esto a colación de los ideologemas y lugares comunes que esconden lo evidente-no-percibido en los discursos dominantes. En la década del setenta se recuerda una publicidad que finalizaba diciendo: “Cincotta: gente de trabajo, pero de confianza”. ¡¿Cómo “pero”?!
 
3 Esta técnica la ubica Zaffaroni como detectada en la política de EE.UU tan temprano como en la campaña presidencial de Richard Nixon.
 
4 “Se puede afirmar entonces que el hecho de que los monopolios de medios o multimedios estén ejerciendo su poder para realizar una imposición en los órganos del estado así como en sus receptores, de las cuestiones o asuntos que deben considerarse como públicos, constituye la manifestación más clara de que es el mercado (y con él los capitales), quienes están definiendo el ámbito de lo público...Los medios masivos de comunicación tienen cada vez mayor poder y tienen una influencia creciente en la vida política nacional. No sólo generan opinión y marcan tendencias, sino que muchas veces imponen los temas de la agenda política e inciden en el funcionamiento de las instituciones...” (Schmidt, Graciela y Politi, Analía; “Multimedios”; en “www.rrppnet.com.ar/multimedios.htm).
 
5 En el contexto de la guerra de Irak y el Huracán Katrina, Mike Battles, un ex-agente de la CIA que era titular de una agencia privada de seguridad (Custer Battles) decía: “Para nosotros, el miedo y el desorden representaban una verdadera promesa”. Su empresa obtuvo, luego de la guerra, contratos por cien millones de dólares (Klein, Naomi; La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre; Bs. As.; Paidós; 2010. Citado por Perano, Jorge; “Criminología, Política Criminal y Seguridad” en Revista de Derecho Penal y Criminología; Eugenio Zaffaroni –Director-; año II, nro. 10; nov. 2012).

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